«Segundas partes nunca fueron buenas». Este tópico machacado hasta la saciedad va quedando en entredicho en determinadas ocasiones. Más aún cuando se repiten los mismos nombres que hicieron de la primera entrega una obra de arte.
Esta es sin duda una de estas ocasiones. Y a fe que es una de las películas con la que más he disfrutado en la sala. Varios son los factores que harán de «El caballero oscuro» una película de culto.
- Pierde misticismo en favor de realismo. La identificación es más fácil. No hay sectas thailandesas con filosofías apocalípticas. Simplemente un tarado retorcido que manipula la mafia a sus anchas y que lleva al límite el mito de la compensación entre el bien y el mal. Mucho más creíble.
- Como en toda segunda parte, no hay que perder el tiempo explicando el origen del personaje. Eso permite que te enchufes a la peli inmadiatamente. Ayuda la primera media hora de película trepidante.
- Heath Ledger está sublime. Aunque me tachen de hereje afirmo que es el mejor joker que ha pasado por la pantalla, pasándole la mano por la cara al mismísimo Jack Nicholson. El guión y la estética actual ayudan a creérselo más también. Si le dan el oscar póstumo no me tiraré de los pelos precisamente.
- El protagonismo de los secundarios de lujo ha aumentado, exceptuando quizá al papel de Michael Caine. En el lado opuesto está Gary Oldman que lo borda como el comisario Gordon. Morgan Freeman tiene un papel algo más activo en esta ocasión. La verdad es que tanto ellos como Ledger casi eclipsan el protagonismo de Christian Bale, que sigue estando fenomenal como Batman y no tan bien como su alter ego Bruce Wayne.
- El final de la película es absolutamente demoledor, de aquellos que te convencen a la hora de aplaudir en la sala y que te empieces a morder las uñas esperando una posible tercera entrega.
Señor Nolan, me quito el sombrero. Lo ha vuelto usted a hacer, pero mejor.
Carlos,
coincido contigo en todos los puntos pero me provocaron el efecto contrario: a mi no me gustó. Pero, claro, yo quería un superhéroe y me encontré con una crisis de identidad 🙂
Saludos,