Mediante un escueto comunicado de prensa Steve Jobs ha comunicado su dimisión como CEO (algo así como jefe supremo) de Apple. Jobs recomienda a Tim Cook como su sucesor y de paso realimenta el debate sobre el estado de su salud.
Supongo que habrán tenido tiempo para prever la debacle que se avecina sobre Apple al llegar este día. No en vano el primer amago de retiro que hizo Jobs los primeros seis meses de 2009 se saldó con una bajada en picado de la bolsa y del resto de sus actividades. Este bajón provocó la re-entrada triunfal de Jobs en la empresa hasta el día de hoy.
El comunicado dice lo siguiente:
A la junta directiva de Apple y su comunidad:
Siempre dije que si llegara el día en el que no pudiera desarrollar mis deberes y expectativas como CEO de Apple sería el primero en hacéroslo saber. Desgraciadamente ese día ha llegado.
Por la presente, renuncio como CEO de Apple. Me gustaría servir, si la junta lo ve adecuado, como presidente de la junta, director y empleado de Apple.
En lo que respecta a mi sucesor, recomiendo encarecidamente que nuestro plan de sucesión incluya a Tim Cook como CEO de Apple.
Creo que los días más brillantes e innovadores de Apple están frente a nosotros. Y tengo muchas ganas de contemplar y contribuir a su éxito en su nuevo rol.
He hecho algunos de los mejores amigos de mi vida en Apple y les doy las gracias por todos los años que he podido trabajar a su lado.
Steve
¿Y ahora qué? Pues leyendo entre líneas uno empieza a comprender lo que ha estado pasando estas últimas semanas entorno a Apple. Sobre todo en el tema de la guerra de patentes que ha mantenido con varias empresas. Jobs quiere dejarlo todo atado y bien atado para que Apple aguante lo que pueda el chaparrón que le viene encima.
A nadie se le escapa que Apple sin Jobs no es Apple. Nadie puede imaginar esas keynotes abarrotadas de acólitos aplaudiendo a otra persona por el hecho de ser más rico a costa de su dinero. Seguramente los corredores de bolsa ya se están poniendo histéricos y arrancándose los pelos del sobaco colocando acciones. Hasta es posible que los últimos iMacs se conviertan en pieza de coleccionista convirtiéndose en «lo último de Jobs».
Eso en cuanto al presente inmediato. Si volvemos la vista un poco más al horizonte seguramente asistimos al principio de un lento declive en la actividad e influencia de la empresa sobre el resto de mortales. Ahora mismo cuesta imaginar nuevos productos de Apple con el mismo pedigree que cuando Jobs anunciaba el «one more thing».
Mirando hacia atrás no se puede negar que el tipo ha sido un crack colocando cacharritos y lavando cerebros. De la noche a la mañana llegó a convencer a su horda de seguidores que era bueno pactar con el diablo (Bill Gates y Microsoft) si con ello salvaba el culo y de que las CPUS que antes no valían un pimiento ahora son lo más de lo más (Intel). No hablemos ya del fenómeno iPhone que ha cambiado absolutamente todas las reglas del juego a su antojo entrando por los ojos. No conozco a nadie que lleve un iPhone en el bolsillo trasero de los tejanos, por eso.
En fin, parece que los días de Jobs se acaban. ¡Arrepentíos! ¡Aún estáis a tiempo para saborear los sistemas abiertos!









































